domingo, 31 de enero de 2016

puede que vuelva a ser yo

Transcurridos doce larguísimos meses desde la última vez que les permití (y que me permití) leerme, debo acotar (no sin poca vergüenza) que la distancia y el motivo del "vacío comunicacional" no responde a loables acciones, ni a alguna tragedia personal. Claro, si no se considera tragedia personal que un ser como yo, se encarrile en un quince y último de domingos de fútbol y columpio en el jardín...
Es que, a pesar de cualquier cantidad de auto interpelaciones, no puedo considerar que me enfrento conmigo si no tomo la decisión de escribir mis cuitas de adentro adentro, y además las publico para mayor autocrueldad. Debiendo reconocer (por ejemplo), que pasó un año, pasaron dos, pasaron tres, y esta mañana me hallo anhelando las horas eternas que en mi haber eran minutos dentro de un laboratorio donde cuidarle un cultivo a un tesista, sacar un diagnóstico o esterilizar un material era la dicha aunque jamás me pagaran. Me encuentro extrañando las tardes bajo el árbol de mango oyendo las reflexiones variopintas y siempre de inmunología del Profe Jorge, esas tardes de fumar y beber café en ayunas sin que el estómago doliera. Me hallo encarnando la canción de Pablo ¿Dónde estarán? y apenas cumpliré la edad de Cristo: fácil no está.
Con los mejores amigos retirados de mi ciudad y muchos del país, con la realidad de una graduada en una profesión de decepciones y utopías; con el espíritu aún apostándole a otro mundo posible, aunque mi alma y pies a diario pateen inmundicias de apegos, alieanamientos e injusticas como piedras en el camino y como pan en la mesa, acá sigo empecinada en demostrar que "me adapté" pero aún clara en estar "atormentada de sentido" y ahí si tiene razón Fito: esa sí es la parte más pesada; ahí tiene razón Silvio: la angustia es el precio de ser uno mismo.
Por hoy solo me queda recordarle a quien alguna vez me leyó,  a quien le dejen leerme al que ya nunca me leerá, que sigo en la responsable y perseverante tarea de continuar viva, a pesar de todas mis contradicciones, errores y preguntas al viento, que aún permanezco, en mi camisa de once varas buscándole la quinta pata a la mesa de mi existencia. Que sigo convencida de que no es deber de los ríos guardar un minuto de silencio por mi perenne tristeza, pues cuando suena el río, suena el río y con sus piedras puedo recordarme que el destino del cruel sí tiene nombre, y; con el frío de sus aguas en mis plantas la vida me susurra que aún quedará algún rostro que iluminar con mi sonrisa, algún camino que indicar con mi mano.
Quizás mañana vuelva, a comentar algunas u otras cosas...

 

10 Mandamientos para salvar la tierra

1. Acabar con el sistema capitalista

2. Renunciar a las guerras

3. Un mundo sin imperialismo ni colonialismo

4. Derecho al agua

5. Desarrollo de energías limpias

6. Respeto a la madre tierra

7. Servicios básicos como derechos humanos

8. Combatir las desigualdades

9. Promover la diversidad de culturas y economías

10. Vivir bien, no vivir mejor a costa del otro