Ella
se ríe de las miserias del vulgo; el desdén hasta le luce cuando frente al
espejo, se ríe del mundo empezando por la imagen sí misma.
Hay
quien se aíra por la poca importancia que logra conferir a todo lo cotidiano;
hay quien le envidia esa capacidad.
Va
sobre-segura de lo que domina, de lo que conoce, pero sobre todo de amar y de
aquello que ama.
Se
cobija en el ala que extiende a quien busca su protección, arde y renace, sueña
despierta, piensa dormida.
Es
objeto de diversos tipos de asedio; desde la lascivia de vecinas orillas, hasta
el envolvente verbo del avezado lingüista.
Ella
sabe de canto, declamación, y un poco de mucho y eso gusta, asusta y disgusta.
Es
proclive a sonreír, a darse por entero, a no saber de mezquindades.
Si
supieran los que admiran su fuerza, su armonía y formas; los que temen de la
intensidad de su ternura, los que desean extinguir su brillo, que solo hay un
estado, un nivel, una circunstancia capaz de quebrarla: tener vacías las manos
del corazón…
que mis besos
se los lleven los fantasmas…
seguir sin
saber qué signo lleva el amor.
María
Mayela García
Mayo,
2017.