Para recalcar que estoy vivo en medio de tantos muertos. Para aligerar este duro peso de nuestros días, esta soledad que llevamos todos islas perdidas. Para descartar esta sensación
de perderlo todo, para analizar por donde seguir y elegir el modo. Para descubrir que la vida va
Sin pedirnos nada y considerar que todo es hermoso y no cuesta nada. Para aligerar/Para descartar /Para analizar y considerar / Para combinar/Para estar con vos/Para descubrir y considerar: Sólo me hace falta que estés aquí con tus ojos claros.
Víctor Heredia
No sé por dónde empezar realmente, pero para serle fiel a mi generación y a mi gentilicio trataré de que sea por el principio; por acotar sin más, que me gusta darle sentido sentimental a las cosas que solo tienen algún sentido porque el ser humano se lo dio para girar en torno a algo; como el calendario gregoriano que nos marca el giro de la tierra en traslación y que imaginariamente hace que repitamos los días cada año ¿día, año? parámetros humanos, simplemente humano.
En ese hilo de pensares y sentires mañana es otra vez quince de septiembre y era traicionarme el no escribir estas líneas, que espero, no sean tan difusas y espero también, las lean varios ojos. Se cumplen 27 años gregorianos solares de que me extrajeron laboriosas manos maracaiberas del maracaibero vientre de mi madre en la Venezuela saudita de un 1983, mientras sus hermanos pueblos del sur se desangraban en cruentas dictaduras y Alfonsín llegaba para hacer una vez más a Argentina un pueblo traicionado, le daban el Nobel de la paz a Walesa y lo nuclear empezó a entrar en boga desde la entonces URSS hasta nuestros ingenuos tímpanos de ahora.
Y ahí llegué yo, con mis inmensos ojos y atropellada lengua que no se tardó 7 meses en articular palabras, con mi miopía a ultranza que se empeñó por muchos años en no dejarme leer a mis anchas ni seguir nadando en piscinas cloradas.
Hace 27 años que inició mi humilde historia… ¡Carajo!...Más de un cuarto de siglo y cómo no darme por escribir si he ganado tantas cosas en ese breve recorrer y nada he perdido, como diría Pablito Milanés: no he perdido, lo que viví de alguna forma algo ha sembrado…
Tan poquitos otoños y tengo más miopía y astigmatismo que un octogenario y más días de llanto que una plañidera pero acá estoy, y confieso que no me cabe en el pecho el regocijo, y es doble, porque lo he alcanzado con tristeza incluida, como dijo mi padre cantor: equilibrio hermano, equilibrio.
Debo mis días a lo más grande, a lo que me ha dado sustento desde que tomé conciencia de ser, como ser humano, como persona pues: al amor que siento por todo y por todos, sin embajes, sin genuflexiones, sin escatimar en nada y hoy por hoy, de nada me arrepiento y eso me enaltece.
Quiero dedicar la felicidad de este día en este año específico al mundo con todo con sus malditas bombas norteñas o septentrionales, su fundamentalismo de mierda y su preciosa voluntad por hacer resurgir la vida y las sonrisas de los niños; también a mi hermosa patria con su recién nacida y vulnerada voluntad política y su arrecho pueblo caraqueño, aragüeño y su sabor y solidaridad zuliana (mejorando todo el territorio que por no agotar letra no nombro pero que también merece); la dedico a mi pueblo de a pie (mis alumnos, profesores, gente toda), ese que me ha enseñado a jamás ponerle un precio a mis convicciones ni a ninguno de mis (errados o no) criterios personales, y a este pueblo le transfiero hoy las palabras de mi amado Padre Cantor Alí Primera cuando dijo: Nunca te he nombrado PUEBLO en abstracto. Mi amor por ti tiene nombre propio en los obreros, en los estudiantes, en los indígenas (nuestra primera sangre), en los marginados, en los artesanos, en los artistas populares, en los presos políticos y en general en todo aquel que vive de su trabajo y que sufre la angustia y la injusticia generadas por esta sociedad inhumana y depredadora. Mi solidaridad con todos ellos tiene su razón de ser en mi origen, en mi formación, en mi conciencia, en mi sensibilidad y en mi amor por lo seres humanos y mi respeto por la condición humana de hombre. Nunca he pedido nada a cambio. Me basta con la profunda paz que siento conmigo mismo, de la alegría de saber que estoy cumpliendo con mi deber.
Dedico también la dicha de mis humildes 27 otoños a mi familia, por enseñarme a distinguir entre lo trivial y lo profundo, lo mezquino y lo generoso del corazón humano, y en este tópico hago un paréntesis por agradecerle a la vida haberme dado un hermano mayor que supo serlo y unas hermanas solidarias, y hermosas más allá del ADN, Natalí y María Laura, gracias por recordarme con su amor, su solidaridad y su incondicionalidad, que nada está perdido para el que viene a ofrecer su corazón y; a mis hermanos y amigos del alma que sé, leerán esto pronto por sí mismos, por supuesto a Carlos mi compañero de mesa, cama, preocupaciones y batallas corazón adentro por todo el amor, la paciencia, la entrega silenciosa de su afecto.
Pero por encima de todo agradezco a la vida darme los inigualables padres que me trajeron y hasta ahora me sostienen en muchos sentidos aferrada a esta tierra, gracias inmensas por su amor, su sangre y su divino legado, por enseñarme a ser hija y también por ende a ser madre, por encima de todo gracias vida, gracias calendario gregoriano, gracias abstracción llamada Dios y Padre Eterna Luz Omnipotente e Infinita, por regalarle a mi soledad un viernes de marzo ese sol preescolar por mí llamado: Santiago Elías.
Por eso como no decirme FELIZ cumpleaños:
María Mayela
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