Te
llamas Pedro, Juan, Andrés, a veces pudiste llamarte Sebastián o tal vez
Braulio o Félix…
Pero
vengas donde vengas y como sea que hayas llegado; hasta ahora has traído
desolación, sed, desencuentro, fútil desenfado.
Por
acá esperando quedan:
mis manos para sostener y acariciar
mi lengua a pruebo de verbos y humores
mis horas de insomnio para oírte y leerte
mis impías reflexiones para saberte
desnudo
el denuedo con el que me entrego
la avidez con la que te recibo
el despejado calor de mi cobijo
la palabra precisa para tus disyuntivas
todo el amor que existe en esta vida, que
sin negárselo al pueblo hay de sobra para ti
Pero
no te llamas Félix, ni Braulio, ni tal vez Sebastián, Juan, Andrés o Pedro: te llamas porvenir porque no vienes nunca.
Mientras
siempre, espero que este amor ebrio y risueño que te aguarda no se marchite en
cada decepción, en cada abrazo lleno de nada, en cada piel que sin pena ni
gloria se lleva mi aroma.
Mientras
nunca, espero aprender a no seguir viendo de seda el rudo pavimento de
la mezquindad a afinar la vista de mis mieles
contra los zircones que brillan
cual diamantes…
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