Desde el sur del continente y de la mile-hiel de los años '30 para el mundo nuestro: a mujeres que vamos como insectos de luz tras los rayos que nos terminan incendiando; vaya mi dedicatoria especial a Anita, a Mariana Hernández, y por qué no decirlo: obviamente, a mí misma.
Gracias Alfonsina, nuestra maestra en el arte de escribir en verso o prosa el sufrimiento y/o el amor que a veces se conjugan en una misma cosa.
Mayela
sobre tus manos largas desparramé mi vida;
mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
ahora soy un ánfora de perfumes vacía.
Cuánta dulce tortura quietamente sufrida cuando,
picada el alma de tristeza sombría,
sabedora de engaños,
me pasaba los días
¡besando las dos manos que me ajaban la vida!
3 comentarios:
que bellas palabras...
Hermoso!
No lo habia leido :-D gracias, estas perdida
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