jueves, 30 de junio de 2011


“…Yo soñé con aviones que entre sí se mataban, destruyendo la gracia de la clara mañana (…) en mi sábana blanca vertieron hollín, han echado basura en mi verde jardín (…) yo soñé un agujero bajo tierra y oscuro, y espero que mi sueño no sea mi futuro; no sea mi futuro”

Silvio Rodríguez

Con el miedo que inconsistente pero perenne, me acecha de un mal día cerrarle la puerta de mi creatividad (buena o mala) a mis dedos en el teclado: dícese miedo a no seguir escribiéndole al viento, retomo el afán de tratar de hilvanar líneas en un intento por demás desesperado de tocar algún corazón no enajenado.

Apelé al reproductor de música del ordenador y Silvio me trajo en el random alocado de canciones, la respuesta que me faltaba “porque sangra de abajo, yo no vendo ni rajo mi pasión (…) torpe pero sincero aún no soy caballero y que el cielo me libre de cordura; no me embriaga la altura ni me aburren los sueños: no es por moda que estallo y que me empeño…”

Y sí… abrumada por observar casi impotente cómo la humanidad de este lado de la tierra, pues no sé (pobre ignorante yo), en realidad cuál de tantos es el peor flagelo del oriente; observar, repito, cómo naufragamos en un terrible y contagiosisimo padecimiento para no darle el matiz de síndrome, que consiste en volvernos máquinas de producción y consumo, máquinas de uso y abuso tecnológico, cuya peor característica es que no nos importa nada ni nadie que no esté muy estrechamente involucrado con nosotros, sea por azar o sangre.

Desesperada de ver hasta qué punto, la madre natura a gritos da señales de agotamiento, de desangre, de destrozo y seguimos sin querer cuidarla, respetarla, enmendar todo lo mal hecho… Así pues, me postro ante mis propias letras porque ya me aturde mi voz, porque a los que conmigo conviven los tengo hartos de discursos en pro de la vida y de lo verdaderamente vivo.

Soy venezolana, sí, pero no tuve la inmensa dicha de nacer en el corazón de algún terraplén llanero o andino, o de que me hubiesen parido en el centro de mi patria, donde el coraje y la dignidad no saben de temores. No. Nací en el Zulia, hermosa y cálida región llena de gente jocosa, hospitalaria y de muy buen gusto culinario, y para más colmo en Maracaibo: terruño destinado por su población a vivir al revés de su realidad patria, de los “vivos bobos”, de la ingratitud a que le enseñaran a pescar, de la gratitud y gracia a que le regalen el pez.

Zulia: mayor población votante del país donde el gobierno Nacional si mal no recuerdo a ganado solo dos veces en procesos electorales que han sido exitosos 11 de 12 veces en el resto del país; región productora de petróleo a borbotones, de cocoteros, de mujeres hermosas y nobles y de gente prepotente y mal hablada en general. Región que le dio a la ultraderecha de siempre (a la que nos ha sabido dilapidar, humillar y tratar con la peor de las demagogias desde hace más de 50 años) nada menos que 12 curules en la Asamblea para que “legislen” o mejor dicho impidan legislar a partir del año entrante en el Congreso. Región donde no funcionan o funcionan parcial y derruidamente todas las obras novedosas e integracionistas del gobierno nacional: esa es mi región, aquí vivo, y quién me puede juzgar si de corazón lo que deseo es no volver a votar aquí???

Cerrar con el dolor de mis años, la maleta donde irá mi vida a instalarse en alguna otra porción de mi hermoso paisito donde haya algo más que maldiciones por el calor, los huecos, la basura, donde haya propuestas, bibliotecas populares, consejos comunales que quieran algo más que dinero particular y mal administrado; y desde esa o cualquier trinchera seguir luchando porque mi hijo y tus hijos, tomen más un libro que un monitor, beban más jugo de fruta y menos coca-cola, sepan más de Manuela y Martí que de Páez o Santander y menos de Lady Gaga o Don Omar que de Alí o de la Cantera, o al menos de un Ilan o de Soledad, para que el radicalismo ideológico no me llene de reproches.

Así, también el Zulia y casi todos los estados de mi patria, así como nuestros países hermanos están sufriendo el rigor de la atmósfera tan por nosotros maltratada y azotada de mil formas, pero lo doloroso es que no lo aceptemos. Que sigamos clamando, pidiendo rogando, sin recordar que nada damos y que se debería tener un ápice de moral hasta para elevar la cara al cielo y suplicar alguna dádiva divina. Sí, moral. Antes de pedir mirarnos por dentro y preguntarnos que dimos nosotros? Qué le dimos a este cielo para ahora pedirle que deje de enviar agua, o si cuando “inclemente” también, en los primeros meses del año nos azotó de sequía , fuimos capaces de aceptar nuestra culpa y apagar la luz aún más allá de los forzados apagones que al parecer se olvidaron. Habrá pensado alguien en este contraste? ¿Existirán las casualidades? Creyentes y beatos, respóndanme si pueden.

Será acaso que alguien sabe que dilapidamos a la tierra de mil formas cada hora? Desde la mala mirada al indigente borracho, pasando por el clientelismo y precio al humano, hasta llegar al consumo indiscriminado de aerosoles, aceite en los sumideros de agua y grifos abiertos sin mesura ni piedad. Hablando de casualidades me llega al oído ahora Fernando Delgadillo con estas palabras:

Se tiene poca idea de los alcances
que abarca la palabra corrupción,
desde el soborno al funcionario
y policía, protección de matones
y el favor.
Casi cualquier delito tiene arreglo
o encuentra con dinero solución.
Bajo la corrupción no tienen sitio
ni patria, ni el amor, ni la verdad.
si todo tiene un precio
¿a dónde está el ideal?
que me guiaron a creer y respetar
habito un sito ajeno a sus valores
donde ser joven es el primer mal,
se quita con el tiempo
si te haces de un lugar
donde dejes que todo siga igual.
Ya vendrán luego nuestros hijos
es la disculpa entre otras que te das
a crecer y a formar un sitio
mejor que el que ahora nos toca habitar
son sueños que se pierden en el mar.
Se puede hablar tendido
y largo tiempo
del daño de esa contaminación
que ensucia ambiente
y medios de la comunicación

Hay tanto que cambiar y nadie empieza
a muchos les da miedo comenzar
sienten que alguien espera
a que se salgan de la fila
para poder ganarles su lugar
hacia ninguna parte.
Somos el eslabón con los ancestros
y al milenio estamos por despedir
hijos de una cultura
que se fue y nos dejo aquí
para alumbrarle el paso al porvenir.
Evolución por nuestras vidas
hay que crecer al vuelo y recordar
que otros se pasen sus mentiras
y abrir los ojos donde la verdad
ya no sean sueños que se pierden en el mar
sueños que se pierden en el mar.

Más allá viene una gaita de cuando el teclado y la digitalización no habían mancillado ese hermoso género musical de la (por mí) maltratada en este escrito, región zuliana:

“Por qué, por qué destruyen al mundo cuál es la razón de ser, el hombre va a perecer, la destrucción va a vencer, morirá lo más fecundo (…) me aterroriza pensar que el mundo está agonizando, el hombre lo está llevando a su destrucción total…”

Ahora bien, esperaré sentada pero no tejiendo ni haciéndome trenzas, esperaré sentada, sí, (pero sin descansar nunca): para ver como mi tierra de origen se da de frente con las barricadas que él mismo se colocó al paso, lo veré arrepentido de sus yerros y su infinita soberbia y abyección, viendo a mi vez cómo volverán al barro sus falsos ídolos de pésimo léxico y dudoso proceder; lo he de ver (amén Padre mío) plegándose al verdadero proceso de hacer patria a través del trabajo duro, mas, ojalá no sea el hambre, la miseria, con todas sus desgracias, lo que lo empuje hasta ese peldaño.

Mientras tanto, a lo poco que le quede de humanidad de quien me esté leyendo apelo: aprendan por piedad, a meterse en el pellejo de sus hermanos, a ser alguna vez solidarios y amorosos, de ese amor que duele pero que ennoblece, dignifica, hace humano y hombre al simple ciudadano, sin caridad, con verdadero amor de revolucionario, si recordamos que revolución no es Chávez o Marx o Jesús de Nazareth, revolución es solo progreso brusco, evolución progresiva, radical, indetenible de tu patria de tu día a día, de tu alma, de tu corazón o espíritu: tomando en cuenta eso sí, las palabras de Ernesto (Ché) Guevara de la Serna, que él pronunciara en una charla a los miembros de la Seguridad del Estado, titulada

“La influencia de la Revolución Cubana en la América Latina”: Contrarrevolucionario es todo aquel que contraviene la moral revolucionaria, no se olviden de eso. Contrarrevolucionario es aquel que lucha contra la Revolución, pero también es contrarrevolucionario el señor que valido de su influencia consigue una casa, que después consigue dos carros, que después viola el racionamiento, que después tiene todo lo que no tiene el pueblo, y que lo ostenta o no lo ostenta pero lo tiene. Ese es un contrarrevolucionario, a ese si hay que denunciarlo enseguida, y al que utiliza sus influencias buenas o malas para su provecho personal o de sus amistades, ese es un contrarrevolucionario y hay que perseguirlo pero con saña…”

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10 Mandamientos para salvar la tierra

1. Acabar con el sistema capitalista

2. Renunciar a las guerras

3. Un mundo sin imperialismo ni colonialismo

4. Derecho al agua

5. Desarrollo de energías limpias

6. Respeto a la madre tierra

7. Servicios básicos como derechos humanos

8. Combatir las desigualdades

9. Promover la diversidad de culturas y economías

10. Vivir bien, no vivir mejor a costa del otro