…qué sola y vana era la vida hasta hoy,
no hay nada aparte de ‘esa voz’ y yo:
Si todo es malo ¿Por qué nací flor?
¿Por qué soy triste y transparente?...
…El que quiera herirme hallará en mi hechura sangre mestiza sin condición, que mantiene abierto mi corazón.
Fernando Delgadillo
Me recuerdo de niña bailando y cantando canciones de Enrique y Ana soñando con cantarle y animar a multitud de niños;
me recuerdo luego feliz comprando cosas por el morboso placer de comprar junto a mi madre, usando mis primeros zapatos de tacón alto a los 14 años y;
ya a los 18 puedo verme (trago de ron en mano) yendo a la universidad en pijamas y sandalias, escribiendo ensayos de tono marxista con papel ecológico y el cabello a la cadera y…
… hoy: con el pelo casi igual de largo y las ideas casi igual de “siniestras”, con un niño de la mano y una licencia universitaria bajo el brazo, digo a lo venezolano: carajo! he pasado por la vida y la vida por mí, aunque aún no se me ven las arrugas en la piel de la cara.
No dudes entonces jamás del timbre de mi voz, ni del vibrar de mis ojos cuando lloran o ríen, ni de la veracidad del nudo en mi garganta cuando me preguntas lo que no quiero contestarte, no me compres por falsa, indecisa o ilusa porque pierdes tu anhelado dinero.
Cree sí, en mis ganas de comerme el mundo en toda la extensión de sus sabores y olores exceptuando tal vez el sabor del egoísmo o de la mezquindad;
cree en mi amor por lo armónicamente lindo,
por los resquicios de fraternidad pura que le quedan a lo humano de esta Tierra;
cree en la compasión que me inspira el delincuente, que, difiriendo de ti, creo poder perdonarle la vida.
Apuesta si quieres por mi ingenuidad a prueba de tus bromas más inverosímiles, porque no voy a poder ni en cien años quedármele a un despistado con su billete, ni cobrar “lo justo” por mi “talento”; y apuesta también que nunca le hablaré a Santiago del lucro que le generará aquello que estudie, ni de lo admirable que es tirarse a mil mujeres y menos si llegan a no gustarle: así soy: apuéstale a eso.
Soy las que ha sido capaz de darle su carne de hamburguesa a un perro callejero al tiempo que le he deseado la peor de las muertes a Bush con sus torres de enajenación; y sí: la que aún no está segura si prefiere verte en Júpiter o verte con otra, porque pese a los años, las adversidades y todo lo que nos distancia y diferencia, por ti siento pasión y también amor puro, el amor que se siente por el humano (sea camarada, hermano o padre) y la pasión que se siente por el hombre que ha sido capaz de robarme suspiros, necesidad de presencia, anhelos de pertenencia, fuego en la piel y en el alma, y abscesos helados en el espíritu, por pintártelo de algún modo.
Por eso, si está a tu alcance perdóname por todas las veces que no he sabido ni sabré bajar la voz en público, y por las otras tantas que he sido impuntual, lenta, poco ágil, nada práctica, también por los tragos de más, las lágrimas de añoranza y las ideas fijas cuando deseo algo “poco prioritario”, así como la poca creatividad y vivacidad cada vez que pierdo y desperdicio oportunidades que según tú, son irrepetibles y nadie me las compensará.
Perdóname también si así te nace y lo quieres, por todas las veces que te he confesado no encajar en este mundo, y por todas las veces que desvaloricé una entrega de tu parte que no volvería a repetirse amén de tu filosofía de no dejar pasar las oportunidades únicas.
Tú y yo tenemos algo en común para ambos: sin intención nos cambiamos para siempre el ritmo y el rumbo de nuestras existencias.
En mi caso no te culpo y si me siento a pensarlo, te lo agradezco.
Eres junto a Santiago mi mejor capítulo, quizás porque has sabido sacarle brillo a (lo que creo es) lo mejor de mí, me empujaste hacia la vida de verdad, fuera de la burbuja hogareña y me has enseñado los matices variopintos de la vida en diversas dimensiones.
Por mi parte te perdono una y mil veces cada vez que puedo,
todas las palabras que quiero oírte,
leerte,
inspirarte
y que ni siquiera piensas o sientes, todos los gestos y momentos que ni siquiera se te ocurren.
Te lo perdono porque sé que no te nacen, que no te lo inspiro…
…y eso no es culpa tuya ni mía.
Pero sí quiero que te quede claro también, por si acaso puedes con eso:
que al igual que tú, hay cosas de mi estructura interna que jamás voy a poder cambiar:
unas porque no quiero y otras porque son base de mi persona en esencia, es decir, no puedo cambiarlas.
Entonces es ahí cuando debemos pensar hasta qué punto es válido el quererse “aún con” y no “a pesar de” tales características.
Pues si bien no juzgo y hasta admiro a:
“tu verdad de la vida”,
a tu forma de sacarle punta a un balón,
a la manera en que usas la rabia y las frustraciones como impulso para darle más duro a la búsqueda de lo que tú llamas el porvenir,
a tu modo de diluir las tristezas y no arrebatarte en alegrías.
Así,
no me admires si a veces te horrorizo o avergüenzo, pero al menos no me juzgues y menos me condenes si por ejemplo le apuesto a la utopía, pues a mí como a Galeano, la utopía y solo la utopía de otro mundo posible (aunque solo lo sea en mi cabeza), es lo único que me sirve para seguir caminando sobre este demencial planeta.
Ámote y así será siempre así ya ni me veas…
Tuya y de la gente humilde:
María Mayela
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