Nuestra cultura occidental y,
para más, caribeña, nos impone desde mucho antes del vientre materno el apego
sentimental a personas y cosas. De ahí nuestra percepción y actitud hacia la
muerte, porque ésta implica precisamente: separación, desapego. De ahí la
fatalidad de que se nos mueran nuestros padres, (“Dios guarde”) los hijos, y
demás gama de seres queridos a los que estamos acostumbrados a ver y con los
que (también por secuelas culturales) nos acostumbramos a convivir.
Pero en medio de esa realidad,
contrasta, sobre todo en Suramérica, que nuestra relación con los dirigentes
políticos nunca ha sido nada parecido, ni al nexo que tenemos con nuestra
familia y amigos, por más que religiosamente votemos por aquellos; ni mucho
menos los vemos como ciertos pueblos admiran y veneran a sus monarcas. Quizás
porque tanta colonización nos acostumbró a que la autoridad no se merezca
nuestro amor, quizás porque el comportamiento de ciertos “personeros” políticos
no ha sido para con sus pueblos precisamente de la forma que mejor se haga
ganarse su afecto. Pero en fin, ha sido así.
Ahora bien, así como hay
generaciones que pasan por alto ser valientes o virtuosas, así mismo, hay
extraordinarios seres que nacen cada tantas décadas y… Caramba, tienen la
peculiaridad de no poder pasar desapercibidos por ninguna parte; tienen la
estrella de no poder dejar de ser o amados u odiados hasta lo más en hondo (en
cualquiera de ambos casos), y a este tenor, algunas generaciones tienen la
fortuna o la desgracia, según sea su elección y convicción, de haber conocido a
un ser como esos. De haber vivido cuando ese ser nació y actuó y caminó y
habló…
Así lo ví, desde mis 14 años,
en los que deseé como nunca tener 18 para poder votarle, para poder ser parte
más protagónica de esta epopeya; pero no fue sino hasta el 2004 cuando yo
también le dije NO al retorno, para luego darme cuenta que tuve la razón, y me
dí cuenta a través de misiones que hacen
de inteligentes albañiles útiles licenciados, abuelos lectores y pensionados
que antes eran viejitos abandonados y analfabetas; escolares con canaimitas a
niños indigentes y tantas y tantas y tantas realidades que harían inmensamente
largas estas líneas y que desviarían lo personal de mi humilde relato.
Igualmente, no fue sino hasta
el 2003 (primero un 14 de febrero en Maracaibo, luego en Caracas un 13 de abril
ya conmemorativo) que lo ví y no sentí las horas que tuve llevando sol ni en
ayunas, porque su voz lo cubría todo, porque su ser irradiaba lo que solo lo
sabrá quien le haya tenido cerca. Qué inocente y que ignorante era yo para
aquellos felices momentos de que 10 años más tarde estaría viendo a su guardia
de honor llorar desgarradoramente desde la tarde de un 5 de marzo en los
pasillos de su amado Hospital Militar… Qué me imaginaría yo que me tocaría
esperar que prepararan su cadáver y ver pasar su féretro tan cerca de mí, que
el olor a flores me daba contra el piso, que mis piernas eran de algodón…
Yo, al igual que mi amada Ana
no quería escribir para no aceptar esto que jamás se me irá de entre el pecho y
la espalda, esto que me golpea las sienes y no me deja pasar un solo día sin
dedicarle una lágrima.
Pero el jueves pasado le ví otra vez: te ví Comandante entre los
motorizados de las UBCH y los Colectivos, te ví en las caras llenas de candidez
y fuerza de la JPSUV y la JCV, te ví en los nudillos de los ancianos que
aplaudían al oir tu nombre, te ví por cada sombra humana que vislumbré en el Calvario,
en San Martín, te ví en esas franelas rojas y esos camuflajes verdes que en el
2002 no te dejaron morir y que desde ese 5 de marzo te hicieron millones: te
hicieron eterno.
Amado Padre, Hermano,
Camarada, Amigo y Comandante: Invicto Presidente, Eterno Líder y Supremo entre
los humildes: GRACIAS POR DARME EL ORGULLO DE SER VENEZOLANA SOCIALISTA Y
CHAVISTA, GRACIAS POR DEVOLVERME LA PATRIA EN MIS AÑOS MÁS TIERNOS Y ACTIVOS,
GRACIAS POR DEJARME CON TU LEGADO EL MÁS
HERMOSO EJEMPLO: QUE EL QUE NO VIVE PARA SERVIR NO SIRVE PARA VIVIR. GRACIAS
POR CONFIRMARME DIA A DIA QUE LA GUITARRA DE ALÍ Y LA DE SILVIO NO SE EQUIVOCAN
CUANDO CANTAN: los que mueren por la vida
no pueden llamarse muertos y: nadie
se va a morir, menos ahora que el canto de la patria es nuestro canto.
Te
amo Comandante mío, siempre lo diré en presente: ¡NO ES UN ADIÓS! SI JAMÁS TE
ME HAS IDO..
María
Mayela García
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