Maracaibo, 10 de septiembre de
2014.
“…fragilidad
de flor: nada que ver con mi perverso favorito. Sin tus uñas arañándome la
espalda, sin tus manos que me estrujan todo cambia, sin tu lengua envenenando
mi garganta, sin tus dientes que torturan y endulzan yo no siento nada…”
José Ramón Flores /Alejandra
Guzmán
“Fue
como fue, me robaste el alma me tuviste a tus pies, te amé… Me equivoque, creía que era eterno despertarme
en tú piel, no sé… Si fui ingenua al
pensar que amarías igual con la misma fuerza de un huracán… Fue mi culpa al final, el quererte de más y
tan sólo recibir la mitad (…) Bajé la guardia y aposté el corazón, tantas
palabras y ninguna emoción Yo te quise y
no te bastó: y aún te amo a pesar de que has sido mi peor error.
John
William Hartfiel /Alejandra Guzmán
Al fin, aunque creí por varios
momentos cruciales de mi día de hoy que no podría, estoy jugando a probar desafiarme
y no auto decepcionarme, y ya como hube terminado mis encargos laborales
(nominalmente soy “investigadora” en una universidad pública de mi país, pero
actualmente ejerzo en la misma como coordinadora académica de un departamento),
una vez enviados los correos respectivos y cerradas las conexiones telefónicas,
me dispongo a relatar todo lo interno que he vivido en las últimas 24 horas,
hallándome francamente incapaz de poder resumir en algo que no se lea:
trillado, tedioso e incoherente, todas las sensaciones, pensamientos y emociones
del día, aunque ni siquiera saliera de mis cuatro paredes laborales y
hogareñas. Es más, hasta para esta auto excusa de centrarme en un tema
determinado (o en ninguno) me llegan infinidad de ejemplos en los que apoyarme
para levantarme el ánimo y auparme a seguir escribiendo así sea por drenaje
psíquico: recuerdo a Ernesto Cardenal cuando en sus “Versos a Claudia” decía
algo así como: Claudia, cuando supe que te
casabas con otro escribí ese artículo contra el gobierno por el que estoy preso;
o el Gabo, que tomó la palabra sugerente de Bryce Echenique quien le aconsejó
que para su columna periodística de entonces, dado que se encontraba sin musas,
escribiese sobre el tema de no tener
ningún tema.
Así pues, como se hace evidente: mi
título actual de original y creativo tiene lo que las grandes ciudades tienen
de aire “libre”. Sin embargo aquí persisto, porque a veces la noble
perseverancia puede disfrazarse de necedad y salir a pasear en un blog
cualquiera.
Notando como ya no tengo la cintura de
los 20 y ni siquiera la de los 25 cuando ya era madre, y que desde hace más de
5 años me aplico cremas “anti-edad”, también noto que me miro al espejo con
mayor aprobación que antes, de repente porque manejo mejor la indulgencia,
sobre todo hacia mi persona, que es siempre lo que más me ha costado. Veo que,
ciertamente, el proceso del perdón tiene sus vaivenes, sobre todo cuando la “agresión”
viene de quien esperabas amor y entrega como tú le otorgabas. Se te va a flote
la rabia a la menor provocación o reminiscencia desagradable, siendo el
principal desembocadero (a veces) de tu rabia, tu propia persona: por haber
perdonado, por haber aceptado, por haber permitido, por ser tú…
En definitiva, a semejante tenor creo
comprender, al menos para mis adentros, o para el contexto de lo que me pasa,
que, a un padre, abuelo, tío y hasta hermano, es mucho más fácil perdonarlo a
fondo y sin mezquindades; pero a un amigo, compañero laboral, novio o esposo,
no es que sea más difícil, es que es algo así como un antes y un después, así se rían, beban, coman y se acuesten
juntos: ya nada quedará como antes: es una taza que se quebró, pegaste y en cualquier
momento, el café muy caliente reabrirá una zanja y será entonces, cuando
tomarás la decisión de volver a aplicar pega, sellador, seguir usando la taza a
riesgo de amargar tu café o; usarla como adorno para dejarla olvidada y un día
de limpieza o mudanza, definitivamente botarla.
Y es porque a los amigos y parejas los
creemos fruto de nuestro selecto buen tino y más que sentir rabia hacia su
traición nos duele lo que inconscientemente consideramos nuestra “ingenuidad” o
mal juicio para escoger en quien depositar confianza…
En fin, me duele hasta el pelo de
tanto dolerme ese corazón “que se desnudaba de impaciencia ante tu voz, pobre
corazón que no atrapa su cordura” que cantaba Juan Luis. Porque creo que seguir
amando a quien amo está siendo: “mi peor error” y hoy: aunque trabajé toda la
tarde y soy una Coordinadora eficiente; aunque lloré de amor por ver tan
hermoso y brillante a mi hijo; aunque hablé con dos de mis más queridas y
leales amigas, sobre proyectos de juerga, abrazos y fines de semana; aunque
discutí con mi peluquera para que no se niegue a hacerme mechas azules y
mediamos en el borgoña (ella quería champaña y soy morena como Frida Khalo);
aunque mañana tengo mil razones para levantarme y continuar haciendo patria;
hoy: hoy no me dieron ganas de hablar de otro tema. Solo ese: estoy herida:
perdonar es perdonarme y me es difícil.
María Mayela
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