“Donde quiera que estés te gustará saber, que te pude olvidar y no he
querido (…) donde quiera que estés, si te acuerdas de mí”
Joan M. Serrat
…Hasta la sepultura, decía
el vulgo en los labios de mi abuela.
Definitivo es que el
pueblo no se equivoca en su sabia paciencia, porque, si bien perdí cierta
candidez que se transfiguró en desenfado, desesperanza y perspicacia; aún a
mis 20 y 10 hay cosas que mi “genio” conserva intactas:
Ese gusto loco de oír
trova entre 6 y 7 de la mañana, cantarla a voz en cuello hasta que las lágrimas
me corten la garganta (costumbre que conservo desde los 13).
No soportar una espera
cualquiera (por parecerme un precioso tiempo perdido) si no tengo un libro que
comerme.
Tomar café varias veces
antes del mediodía así me hierva el esófago.
Creer en lo que creo como
la más ilusa de las universitarias que aún no “inscriben tesis”.
Creer por ejemplo en
Facundo cuando decía que el mundo a pesar de tanto homicida y suicida sigue
siendo un paraíso, o en Serrat al cantar que la vida a veces está tan bonita
que da gusto verla soltarse el pelo e invitarnos a salir con ella a escena.
Saber quién soy y a qué me
debo, saber que en cada camino la poesía
vela por mí, saber que no dejar de soñar para que el poeta no desaparezca, es
mi primer pie al levantarme, esas, esas pequeñas cosas, las conserva
esta vieja adolescente que en este septiembre cumplió treinta.
María Mayela García
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